Nicolas Tarnoski. “Pisé el freno con todas mis fuerzas, pero ya era tarde”

La madrugada del domingo 26 de octubre quedará grabada como una de las más trágicas en la historia vial de Misiones. Un colectivo de la empresa Sol del Norte, que trasladaba a más de 30 pasajeros, terminó cayendo al cauce del arroyo Yazá, sobre la Ruta Nacional 14, luego de ser embestido por un automóvil que circulaba en sentido contrario. Nueve personas perdieron la vida y 29 resultaron heridas.

Entre los sobrevivientes está Nicolás Tarnoski (30), el conductor del micro, quien aún permanece bajo asistencia médica y psicológica. Su testimonio, brindado en medio del shock, revela la secuencia del horror vivida en segundos.

“Lo vi venir de frente y me paré en el freno, pero ya era tarde. Me pegó de lleno y me tiró al arroyo”, relató con la voz entrecortada.

El vehículo que provocó el siniestro era un Ford Focus conducido por Rafael Gonzalo Ortiz Jordán (34), oriundo de Oberá. Según el informe forense, Ortiz presentaba 3.0 gramos de alcohol por litro de sangre, es decir, seis veces más de lo permitido por ley.

Tarnoski, quien dio negativo en el test de alcoholemia, explicó que intentó maniobrar para evitar el impacto, pero no tuvo margen de reacción. “Venía muy rápido, zigzagueando, y cuando lo tuve encima ya no pude hacer nada. Pisé el freno con todas mis fuerzas”, recordó.

El golpe fue devastador: la colisión rompió la baranda del puente y el colectivo cayó varios metros hasta el lecho del arroyo. En el interior, el caos fue absoluto. “Después del golpe todo fue oscuridad y gritos. Escuchaba a la gente pidiendo ayuda y traté de mantener la calma para poder salir”, contó.

Con heridas leves y aturdido, el chofer logró escapar del habitáculo del micro. En medio de la noche, utilizó una linterna que llevaba consigo para hacer señales a los vehículos que pasaban por la ruta, pidiendo auxilio. “Empecé a mover la luz, gritando que llamen a los bomberos, a la ambulancia… no sabía si alguien me escuchaba, pero era lo único que podía hacer”, recordó.

Los primeros automovilistas que detuvieron su marcha dieron aviso a la Policía y a los servicios de emergencia, que acudieron minutos después para rescatar a los pasajeros.

De acuerdo con los rescatistas, Tarnoski repetía una y otra vez: “Hice todo lo que pude”. Su gesto de advertir con la linterna fue clave para que los equipos de emergencia localizaran el lugar exacto del siniestro en medio de la oscuridad y la neblina.

Mientras las pericias avanzan bajo la instrucción del Juzgado de Instrucción Dos de Oberá, el impacto social se extiende por toda la provincia. En Oberá, Eldorado y Posadas, familiares y vecinos de las víctimas organizaron vigilias, encendieron velas y exigieron controles más estrictos para evitar que tragedias como la del Yazá se repitan.

La tragedia deja una lección dolorosa y urgente: el alcohol al volante no solo pone en riesgo a quien maneja, sino también a decenas de inocentes. En palabras del propio conductor sobreviviente:

“No hay vuelta atrás. Un segundo cambia todo. Yo solo quería llegar con la gente a destino.”

Fuente: Misiones Online